Vive el presente. A pesar de su capacidad predictiva, no parece pre-ocuparse, prefiere ocuparse. Recuerda su pasado, muestra de ello es la memoria que tiene, por muchos años que pasen, recordando dónde se cayó, dónde le riñeron o dónde corrió tras aquella preciosa perrita. Y, sin embargo, no se ancla a él. Cada día, una nueva aventura.
Su lealtad absoluta no conoce límites. Sentir cómo se cobija entre tus piernas, cómo te lame las heridas o reposa su cabeza en tu regazo es la más sincera y fuerte promesa de que jamás te traicionará.
Me pregunto si los animales con los que he convivido han sido felices a mi lado. Miro los melicéricos ojos de Eco y, antes de que pueda reaccionar, me da un lametón en la mejilla.
También él se tumba en los mismos sitios en los que tú lo hacías. Me gusta pensar que siente tu huella, al igual que yo noto que sigues correteando por la casa, ladrando cada vez que suena el timbre, tumbándote junto al brasero en invierno o esperándome tras la puerta cada vez que salgo.
¿Dónde estás si no te has ido?