Me mostraste que el amor es esa ciencia inexacta que se oculta en tus palabras.
Yo, que nunca destaqué en las exactas, terminé siendo una apasionada de la atracción infinita de los cuerpos. Los nuestros. Los que tantas veces soñamos con fundir. Confundir la noche y el día; los sueños y la realidad, que se convierte en pesadilla sin tu aliento; tu felicidad y la mía.
Con ciencia supiste rasgar la coraza, despojarme de los miedos y sentir mi conciencia palpitar en tus manos.
Ahora, yace en cualquier rincón. Buscando el calor de tus manos, esas que sin tocarme erizan mi piel, esas con las que fabricamos... aviones de papel.