Las puertas vuelven a abrirse. Realmente, jamás estuvieron cerradas; si acaso, entornadas.
Nunca podría haber soportado la idea de abandonar el hogar en el que todo tipo de emociones tienen cabida. ¿Por cobardía? Quién sabe, siempre resultó más fácil escalar con arnés. Quizá, simplemente, necesitaba tomar distancia.
Han tenido que pasar casi dos años para regresar. Las migajas de pan del camino ya habían desaparecido, pero no las necesité. Al final, las ilusiones se convierten en el norte más fiable de cualquier brújula.
Dos años en los que los cambios han sido una constante y los sentimientos....un baúl desordenado y rebosante, un loco tiovivo sin tiradores.
Vuelvo para habitar mi cueva. Tras un lavado de cara y una mano de pintura, prometo tener siempre café recién hecho para cuidar las visitas. No aseguro actualizaciones constantes, no quiero imponerme obligaciones, quiero tan solo resguardarme allí donde el recuerdo siempre tuvo la última palabra.