
Ante tus ojos se abrieron dos caminos; sin embargo, optaste por el tercero. ¿Tan insignificantes eran los otros? ¿O, por el contrario, suponían un peso imposible de cargar?
Fíjate ahora. Al final, el atajo que se presentó ante ti como puerta de salida te está llevando por los más sinuosos senderos. ¿Mereció la pena verse vencido por el temor a una palabra?
Debería hacerlo, por tu bienestar. No hay marcha atrás. De la noche a la mañana, o ni tan siquiera eso, quizá en el espacio de tiempo comprendido entre el encuentro de dos miradas condenadas a fusionarse, decidiste retar al destino por caminos insospechados. Sorprendentes incluso para ti. ¿Qué hubiera pasado si...? Cientos de preguntas que jamás tendrán respuesta pues quizá nunca existieron. Ni lo harán.
Desde el otro lado del sendero custodiaré tus pasos. No me verás, pero caminarás con la seguridad de que guardo en el corazón un botiquín de primeros auxilios. Si tropiezas, colocaré una tirita en tu rodilla; desinfectaré tus heridas con mis lágrimas y te susurraré en la soledad de las noches.
Ahora es tiempo de cerrar una etapa. De comenzar otra. Es tiempo de recordar.