sábado, 26 de febrero de 2011

Donaciones inconscientes

Siempre que se habla de donación, pensamos en bolsas de sangre, órganos en neveras cubiertos de hielo, cordones umbilicales, agujas y operaciones, muerte...... y vida.
Pocos gestos tan generosos como éste; pocas muestras de amor mayores que ésta.

Pero hay otro tipo de donaciones, esas que yo llamo "inconscientes", no por la falta de racionalidad en su gesto, sino por el desconocimiento del alcance y la involuntariedad, incluso, de ese acto. ¿Y cuáles son esas "donaciones inconscientes"?

Todo aquello que, ya sea sin querer o queriendo, hacemos, decimos y ofrecemos, y cuya repercusión positiva en el otro hará que su vida cobre más sentido, más salud... más vida.

Esas tardes de risa que alguien te regaló, los instantes de infinita alegría, la sonrisa cómplice de un desconocido tal vez, hicieron que tu cerebro segregara endorfinas para sentirte mejor, tu sistema inmunológico se vio reforzado, puso en movimiento infinidad de músculos, tus pulmones se oxigenaron, se fortaleció tu corazón y el insomnio y la depresión desaparecieron.

Todos aquellos libros leídos a lo largo de la vida habrán retrasado la aparición de enfermedades degenerativas y demenciales, además de aumentar el nivel de conocimientos.

La comprensión de la poesía te permitirá abrir tu corazón, enamorarte tal vez, contemplar la belleza de las pequeñas cosas.

Esas canciones que escuchas cada día son la mejor expresión de esa sensación que también experimentas y a la que no habías conseguido poner palabras. Cualquier decisión parece más fácil con esa melodía de fondo.

Las sorpresas que recibiste consiguieron inyectarte esa ilusión que parecía perdida, aumentar tu creatividad y conocer el verdadero cariño de esa persona para la que te creías invisible.

Esa persona que te quiso, o que te ama cada día, permite que tu corazón bombee tan fuerte que no encuentres impedimentos para la realización de tus sueños.

Los cuadros que admiraste, el aire puro que respiraste, el viaje que realizaste... y todas esas donaciones inconscientes que recibiste, cada día, seguro que apenas valoradas, son las que ahora nos siguen manteniendo en pie.

Quizás fueron resultado de la generosidad de ese individuo con el que un día coincidiste, tal vez esas personas con quienes compartes tu vida estén regalándote vida en cada gesto. Lo maravilloso de todo esto es que se trata de donaciones cruzadas, pues a la vez que recibes, tú, sin ni siquiera darte cuenta, seguramente estés haciéndole la vida más fácil a otros. Y sin lista de espera.
Y es que el anonimato, también tiene sus ventajas.

jueves, 3 de febrero de 2011

Recuperar la ilusión

Te observo mientras miras la televisión. Creo que no la ves, quizá el flash de imágenes sea de las pocas cosas que te distraen. O a lo mejor el ruido de fondo te hace más soportable los gritos de tu corazón.
Sólo recuerdas aquello ligado a las emociones. O eso creo. Siempre has sido de lágrima fácil.
-¿Cuánto me quieres, abuela?
-Mucho.
-Yo sí que te quiero mucho.
- ¡Qué lástima! - me respondes, sin poder contener las lágrimas.
- ¿Lástima? ¡Pero si es algo bonito!
- Mira cómo estoy - me sueltas.Y me quedas de piedra. A pesar de la afasia, en ocasiones disparas sentencias a bocajarro.

Sí, desde hace seis años, aquel ictus cambió tu vida. Y la de todos. Pero no son negativas todas las consecuencias. Las desgracias te muestran cómo son realmente aquellos que te rodean. El dolor provocado por el abandono de muchos debería ser compensado por el inmenso amor y cuidado que te ofrecemos otros.
En estos años hemos pasado más tiempo juntas que en los veinte primeros, cuando sólo nos veíamos los domingos. Y eso no tiene precio.

Dejas reposar tus delicadas manos sobre la faldilla. Conocedora de su elegancia, las cuidabas con esmero. La izquierda, nívea, acaricia con sus finos dedos a la derecha, ahora amoratada y apergaminada, en un nuevo intento por darle movimiento a ese agotado miembro que tu cerebro olvidó volver a dar vida.
Quizás hubiera sido lo que más te habría gustado recuperar. Estoy convencida de que cada día piensas en las sábanas que te quedaron por bordar, las rebecas de punto que tejer, y todas y cada una de las labores que tanto te entretenían.

El azul de tus ojos se ha oscurecido por el desconsuelo de las pérdidas, pero siguen mostrando el brillo y la expresividad de siempre. Mares en oleaje, esos que tanto miedo te dan.
- ¿Qué es lo que más puede hacerte ilusión, abuela?
- Nada - me contestas.
- No me engañes. ¡Tiene que haber algo!

Sé que lo hay. Me lo dicen tus ojos al sonreír.