domingo, 9 de noviembre de 2014

Supongo


Supongo que uno empieza a escribir cuando ya no le queda espacio, ni ganas, para albergar tanto dolor.

Desde el instante en el que nos convertimos en cómplices de los deseos que nos brotaban en la piel, supe que llegaría este día. El día en el que tendría que vaciarme de los secretos que nos debemos y las promesas que nos hicimos. Vaciarse. Como si fuera posible. El perfume derramado dejará su aroma en cada poro, así como el ácido corroerá sin consuelo tu epidermis.
Por eso, también supe que nunca llegaría a olvidarte del todo. Porque a ti te debo las fotografías en la retina, la maleta siempre hecha y las sábanas deshechas. El olor del café expreso a cualquier hora y la búsqueda de la noción del tiempo que siempre perdía entre tus brazos. 
Temer amar es algo así como salir de viaje con los ojos vendados, no vaya a ser que disfrutes demasiado del trayecto.
Así que derrámame para volver a llenarme de las noches más bellas que jamás viví. Colmada de placer. Y de dolor. 

Supongo que uno empieza a escribir para sanar sus heridas. Y continúa haciéndolo cuando descubre que, tampoco así, se pueden borrar tus las cicatrices.