sábado, 11 de diciembre de 2010

Sólo hoy

10/11/2010

Algún día podría ocurrir. Sólo era cuestión de tiempo. Y aún así, nunca estamos preparados. Ansiaba la llegada de ese momento de forma contradictoria. Por un lado, el miedo a confirmar un diagnóstico; por otro, el anhelo y la esperanza de un buen y fácil pronóstico.

Pero esta mañana mi corazón latía extremadamente acelerado, y el temblor de mis dedos dejaba ver un anómalo nerviosismo. Sobre la mesa reposan unas palabras de Concepción Arenal: "el hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído". Pienso en su poder premonitorio.

Camino al hospital, perdida entre la masa de estudiantes que a esa hora ocupa el autobús, me apetece escuchar una canción que anime el trayecto. "Mineápolis" suena en el iPod. Mis pies se dejan llevar rítmicamente mientras tarareo; hoy no me importan las miradas.

Buscamos desenfrenadamente conocer la verdad, aun a sabiendas de que puede hacernos mucho más daño que una omisión. Solicito que las palabras sean lo más sinceras posible, nada de adornos o bellos escenarios que disfracen el mensaje. "Vamos a intentar mantener la permeabilidad el máximo tiempo posible antes de producir un destrozo".

No sé si agradecer su sinceridad o salir corriendo, pero mis siempre fríos y paralizados pies no me dan opción. El agua se acumula tras unos maquillados párpados; sus secas raíces la absorben, tan sólo una gota logra escapar. Quizá era el alimento que mis ojos necesitaban.

Miradas perdidas. Oxigenados silencios. Compartido desconcierto.

Ausente, salgo a la calle. Infinidad de pruebas me esperan. Y yo, ¿qué puedo esperar? Desilusión, premura y preocupación me invaden. Y ahora, ¿qué? Como una marioneta a la que hayan cortado la última cuerda que, a duras penas, la mantenía en pie, me desplomo ante un futuro que jamás conocí, una vida sin guión. Vulnerabilidad en su máxima expresión.

Mientras mis ineptos dedos se enredan en un intento por volver a anudar los hilos que me permitían el movimiento, no puedo más que recordar aquél falso pero ingenioso epitafio que adjudicaron a Groucho. Y es que, al menos hoy, "perdonen que no me levante".


10/12/2010

Los días se consumen como una incendiada mecha. La desazón y la alegría luchan por ser quienes la prendan.

Palabras que escuché, consejos que almacené y cariño que recibí, se encargan de recordarme que si alguna vez lo conseguí, hoy también puedo hacerlo. ¿Y mañana? ¿Qué importa? Mañana....no sé.