jueves, 10 de diciembre de 2015

Mostración


Acabo de volver a estar contigo. Ha sido breve. Quizá por eso tan intenso. O no, porque ninguno de los dos sabemos estar de otra manera.
Una despedida, hasta dentro de dos días, de esas a las que no se sabe poner fin. Abrazos interminables con más sexo encerrado que todas las noches de sábado en la ciudad. Mis ganas mordiendo tu cuello. Tu pasión desnudándome a golpe de miradas. La furia contenida en el roce de la piel.

Tan sólo son las 00.20 h. Voy camino de mi hotel. Me distraigo con el teléfono intentando acortar el trayecto de vuelta. Estoy excitada. Esta noche podría follar. Paso el dedo por los contactos. Sería tan fácil como escribir un whatsapp y responder a esa conversación que dejé a medias hace unos días. Justo en ese momento recibo un mensaje:

"Llegaste ya? Qué haces esta noche?"

Pero no. Me apetece follar, como siempre, joder, a quién no. En cambio, hoy, sólo me apeteces tú. Joder, como siempre. 
Subo al cuarto piso de un viejo edificio reconvertido en hospedería. Me he desnudado, pensando en cómo me lo harías tú. En cómo me lo hacías tú. Me siento con las piernas cruzadas y me pongo a escribir.


No sé, pero ahora que no estás no se me ocurre mayor demostración de amor.


(No volvimos a vernos dos días después. Ni dos semanas más tarde. Quizás este texto nunca ocurrió. O sí. O tal vez debamos desaparecer para encontrarnos).