domingo, 29 de marzo de 2015

Microcuento XVII


Una pistola apuntando a la sien.
Aprieto el gatillo. Crujido de huesos.


El sonido de tus pasos tomando distancia 
es aquello por lo que me aterra morir.

domingo, 22 de marzo de 2015

Reclamación de intenciones

La decepción no es más que el desequilibrio entre el deseo y la realidad. Me cansé de no ser más que un efecto secundario cuando lo que necesitaba era ser la causa primaria de tus decisiones. 
De nada valen los manuales y libros de instrucciones para hablar de sentimientos. Ahora sé que lo que siempre debí escribir fue una reclamación de intenciones.


Antes de nada, no supongas que tendrás que pedirme espacio o tiempo. Deberías dar por hecho que también yo los necesito. En cuanto a la velocidad, me acostumbré a pagar las multas por exceso; no existe otra fórmula cuando se tienen tantas cosas pendientes. 
Y ganas.

Huyo de peluches, películas Disney, lo políticamente correcto, las sonrisas impostadas y las palmaditas en la espalda. Me producen alergia los amores de telenovela, los paquetes de viajes que cuelgan de las estanterías, los sentimientos planificados, las rosas de terciopelo y los llaveros con corazones partidos que llevan las llaves de lo que nunca será un hogar.

Soy adicta al café, al humor y chocolate siempre negros, a las sorpresas y a las conversaciones que no cesan hasta el amanecer. No saco morritos en las fotos, no tengo talento para cantar o bailar ni sé susurrar con esa voz orgásmica de las chicas que tanto te gustan. 
Lo siento, pero disfruto más riendo a carcajadas, hablando de guarradas con amigos en la barra de cualquier bar e inundando la casa de notas que te hagan sonreír al leerme. Digo tacos sin importarme quién me oiga ni me avergüenza dedicarte los más bonitos versos sobre el escenario. 
Tampoco busco caerle bien a todo el mundo; es más, desearía no hacerlo. Me enternece más la mirada de un animal que la de un desconocido.

No me gusta ir de tiendas salvo cuando sea estrictamente necesario. Por favor, no me lleves de paseo a los centros comerciales. Para eso está el campo. O la playa. O simplemente los rincones secretos de cualquier ciudad en la que soy experta en perderme.
No me parece especialmente romántico que me llenen de pétalos una cama inerte y fría de hotel cinco estrellas; prefiero que me embriagues de versos frente a una chimenea. 

No habrá regalos lujosos en fechas señaladas. A cambio, no olvidaré felicitarte a las 00:00 ni faltarán los detalles un día cualquiera del calendario. 
Nada de sexo el viernes por la noche, que es cuando toca. El sexo...cuando nos apetezca. El viernes noche, también. 

Tengo un corazón arrítmico que no me asegura que pueda contraerse en la siguiente sístole. Así que no me pidas promesas que duren más de lo que dura un latido; de lo contrario, estaría engañando tu futuro. Y el mío. El futuro, ése que tanto disfrutaría si lo exprimiéramos juntos. Porque cuando hablan de medias naranjas no se refieren a que busques la mitad que te haga sentir entero, si no con la que vaciarse en el más exquisito jugo.

Nunca seré el prototipo de mujer de película que a todos enamore. La única certeza es que soy la chica inconsciente para unos, solitaria para otros, demasiado sensible para todos. 
Seguramente tenía razón quien un día me dijo que no es que no me dé miedo morir, lo que no me da miedo es vivir. 

Así que si vas a ilusionarme y desaparecer, sólo te pido una cosa: 
ahórrate cruzarte en mi vida por primera vez.