miércoles, 10 de febrero de 2010

Mereció la pena

5:00h. Ring, ring! La cafetera está vacía. Se acaba la bombona de butano. Ducha helada. Una mala costumbre ésta de ser limpia. Salgo a la calle. La noche aún gana al día. Mis labios besan el aire frío. Silencio. No hay nadie con quien cruzar un saludo. No me apetece conducir, prefiero observar cómo amanece. Enciendo el ipod. Llueve. Olvidé el paragüas. Opto por el autobús. No hay tráfico. Un cláxon despistado se cuela en la canción. 6 ºC. Las cartas de los enamorados aún duermen en Correos. Algunas farolas se despiden hasta la próxima noche. La Alcazaba, a mi derecha, protege a mi hermana. Mi único compañero de viaje llega a su destino. Silencio. En pocos minutos llego al hospital; las habitaciones siguen con las luces apagadas. Respiro tranquilidad y esperanza. Mi pase debe de estar en el bolsillo de algún abrigo que dejé colgado en el armario. Al menos hoy, mi carnet universitario ha servido para convencer al vigilante de que me esperan unas plantas más arriba. En el abrir y cerrar de las puertas del ascensor oigo el eco de llantos; silencio; camillas; miradas nerviosas se cruzan confiándote curaciones que muchas veces no llegan. Las máquinas pitan. Buenos días! Análisis. Medicación. Sangre. Dolor. Y calma. Isabel recibe un ramo de flores. Nos invita a bombones; es su cumpleaños y lo celebra con su mejor sonrisa. Rafael se va de alta. La operación de Susana ha salido bien. "Se encuentra estable" puede convertirse en la mejor noticia para la familia Campos. 60 minutos para comer. 180 minutos de apuntes. Necesito recargar mis niveles de cafeína. Alberto me cuida incluso por teléfono. Llego a casa; hace 13 horas que salí. A mi abuela se le alegra la cara al verme. Mis padres me besan. ¿Qué tal el día? -preguntan. El día...mereció la pena.

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